Las manos del invierno
remecen las últimas hojas.
Pasos apresurados rompen
los leves espejos
de las charcas,
espejos donde el cielo
contempla con tedio
su eterna imagen.
Huyendo de los fantasmas
del ocaso,
el viento se obstina
en entrar a las casas,
pero las ventanas
ignoran su voz
de labios entumecidos.
La guerra de la lluvia con el tejado
llena de estruendos la noche,
y el calor del vino
nos recuerda los primeros besos,
historias de un tiempo perdido
hace ya demasiados inviernos.
lunes, 13 de julio de 2009
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