viernes, 19 de junio de 2009

Quietud

Enciende el fuego
de la tarde,
descorre el polvoriento
telón de la nostalgia,
y junto a las fatigadas
brasas del día que se extingue,
tendámonos a esperar
la primera nube,
la primera gota de lluvia
que la tierra aún no sospechaba.

La carta que me envías

La carta que me envías
es como la despedida de un tren
con rumbo al país sin retorno,
es como una primavera
sin la melancolía estática de los cerezos,
o la tristeza indestructible
de un epitafio para el amigo muerto.

La carta que me envías
es como la pobre esperanza de la hoja
marchita que vuelve a soñar con la rama,
o el último soplo de luz
sobre el umbral ruinoso de la tarde.

La carta que me envías
es como el puente abandonado a cuya
sombra yacen fantasmas de estaciones,
es como el vuelo de nubes que deben
marcharse para siempre del cielo que amaron,
o el recuerdo pálido del sol
en los fríos ventanales del invierno.

La carta que me envías…

…es simplemente un puñado de palabras
donde pronuncias por última vez mi nombre.

Hasta pronto

Tú sabes que tras la colina de los sueños
está el camino que conduce
a la verdadera realidad,
que bajo los puentes secretos
del día y la noche
el tiempo es un pobre mendigo
cuyas manos rebosan de hojas muertas
caídas del árbol de las épocas.

Tú sabes que tras las ventanas
de las casas vacías
el rostro de la soledad permanece
contemplando las doradas aves del atardecer,
que bajo los párpados sellados
de las sombras
siempre queda una lágrima de luz
de donde nace la nostalgia.

Tú sabes que tras estas palabras
se esconde un extraño lenguaje
que sólo comprenden los astros
y todo lo que brilla como la eternidad,
y que bajo el más trágico cielo
diremos la última palabra,
con la esperanza de que ese adiós
oculte un hasta pronto.